Vida Galante, 23 de noviembre de 1900

 

LA SEMANA
(Cuento)

 

El joven novelista italiano Carlos Notalli, y el peluquero M. León F., hablaban, no ha muchos meses, de literatura y de amor, en un cafetín de la calle Lafayette.

M. León, rico, pequeñín y regordete, aseguraba que el oro ese el mayor seductor irresistible de todas las mujeres, el que mejor las impresiona, el que las rinde y cautiva más rápidamente. Notalli, menos sanguíneo y más nervioso, sostenía que las mujeres son seres impresionables, esclavas, sumisas de sus sensaciones y de sus antojos. En prueba de su opinión, el novelista recordó varias anécdotas curiosas.

–Maupassant, por ejemplo...

–¿Qué le sucedió a ese caballero?

– Que más de una mujer se enamoró de él platónicamente, desde lejos, atraída por el dulce encanto  con aquel pasmoso narrador embellecía las páginas de todos sus libros. Maupassant, que tan íntimamente conoció las sutiles emociones del alma femenina, llegó a ser el ídolo de muchas mujeres. Unas le escribían rogándolo las aconsejase el modo de eludir tal o cual dificultad en que se hallaban gravemente comprometidas; otras le preguntaban como habían de componérselas para reprimir el auge y criminal entronizamiento de una pasión contraria a su señoril decoro; algunas, animadas por el misterio que las envolvía, le asaeteaban con cartas románticas, ardientes...

Oyendo las atinadas afirmaciones de su interlocutor, el peluquero reía, con una risa insolente y sonora de hombre práctico.

–¡Ta, ta! – repetía; – esas son pamplinas. ¿A que usted no ha enamorado con sus libros a ninguna mujer? ¿A que ninguna le ha escrito cartitas explosivas?....

Notalli se encogía de hombros con la estoica tranquilidad de los hombres reflexivos.

–Es cierto – murmuraba; – pero, ¿quién dice que el corazón de alguna de mis lectoras no haya palpitado por mí?...

Y entonces fue cuando nació en el descompuesto magín de M. León el proyecto de embromar al novelista, haciendo que su mujer Mme. Hortensia, le escribiese una carta amorosa, a la cual era seguro que Carlos no diese la callada por respuesta.

Algunas semanas después, Carlos Notalli decía a su amigo:

–¿Sabe usted que esa mujer, de quien ya le he hablado, continúa escribiéndome por lo menos dos veces por semana?

–¿Sí?... ¡Cuánto me alegro! Y... vamos a ver; ¿quién es ella?

–¡Oh, lo ignoro! La escribo a Lista de Correos. Ella quiere guardar el incógnito, y yo, a fuer de caballero, debo respetar su deseo...

Nadie sabe lo que el peluquero ha podido burlarse de las candorosas ingenuidades del novelista. Las cartas que escribía Mme. Horetensia se las dictaba su marido, y las que escribía Notalli refiriendo sus esperanzas, sus inquietudes, y encomiando los ponderados quilates de su amor, servían de gran diversión al matrimonio.

–Estos escritores son tontos – decía el peluquero comentado el feliz resultado de su estratagema: –¿si no, a quién, que no sea zamacuco de remate, se le ocurre tomar en serio las vaciedades que yo discurro y mi mujer escribe?

M. León F. ignoraba que las cartas apasionadas y elocuentes de Notalli eran muy peligrosas; que la palabra de los hombres de genio resuena en los oídos femeninos con armonías inexplicables; que Mme. Hortensia concluyó por tomar en serio lo que empezó jugando, y que si ella se enamoricaba de Carlos Notalli, no era difícil que éste se chiflase por Mme. Hortensia que, según dicen, no es saco de paja.

Hace algunos días que León F. quiso epilogar la broma con un rasgo de ingenio. Para ello hizo que su mujer escribiese a Notalli diciéndole que su pasión la obligaba a renunciar al incógnito, y que le esperaba en la calle de...

–Después – agregó riendo el peluquero, – le llevas al café Maxmilia, que allí estaré yo. Y excuso decirte la cara que pondrá Carlos cuando sepa que la mujer de «sus ensueños...» es la mía...

Y, en efecto, M. León esperó una hora, dos... y esperó en vano; porque Mme. Hortensia, ¡oh, poder mefistofélico de las cartas!) no ha vuelto aún...

 

L DE MONTEMAR

 

 

Publicado en La Vida Galante, el 23 de noviembre de 1900.

Fuente y propiedad de texto e ilustraciones: Hemeroteca Nacional (BNE)

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