La Correspondencia Gallega, 21 de marzo de 1912

 

UN LIBRO SOBRE MAUPASSANT

 

El dramaturgo J. de Porto-Riche, cuando en 1885 la fama de Maupassant se hallaba en su apogeo, formó acerca del entonces joven escritor algunas notas que acaba de publicar en “Los Annales”. Maupassant se calumniaba a sí mismo, afectando ser vicioso e inmoral, porque creía que el primer cuidado de todo literato debe consistir en escandalizar al público. Una de sus distracciones, cuando habitaba en las riveras del Sena, era la de salvar a los que voluntaria o accidentalmente caían al río. Vivía en París el menos tiempo posible y habitaba en una casita elegante y confortable. Su mesa de despacho estaba siempre cubierta de cartas de mujeres, entusiastas admiradoras suyas que se disputaban el honor de poseer un autógrafo del gran escritor.

Maupassant era un trabajador tranquilo, metódico y tenaz, que no perdía nunca el hilo de sus ideas, ni aun en los momentos en que era interrumpido por inoportunos visitantes; cuanto éstos se marchaban volvía a su tarea filosóficamente. Comenzó sus primeros ensayos literarios siendo empleado en el ministerio de Marina, donde, entre minutas y expedientes, escribió numerosas novelas. De vez en cuando llevaba sus escritos a Rouen para leérselos a Gustavo Flaubert, que casi siempre los criticaba severamente, los corregía o los echaba al cesto de los papeles. De este modo Maupassant laboró por espacio de seis o siete años, no para el público, sino con objeto de afinar sus condiciones, lo cual le permitió conquistar rápidamente la fama. Sirva esto de lección para los literatos impacientes.

 

Publicado en La Correspondencia Gallega el 21 de marzo de 1912

Digitalizado en el presente formato por José M. Ramos González para

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