Le Figaro, 11 de julio de 1893

 

UNA CARTA DE FLAUBERT A LA MADRE DE MAUPASSANT

 

En el momento en el que acaba de apagarse la brillante inteligencia literaria que era Guy de Maupassant, en el que todos sus colegas, cubriendo de flores sus despojos mortales, se complacían en recordar las anécdotas de su vida, las amistades que lo habían rodeado, sobre todo la de Gustave Flaubert, no carecerá de interés para los lectores del Figaro conocer la íntima opinión del autor de Salammbô sobre los primeros trabajos del futuro maestro y el pronóstico que extraía de ellos de cara al futuro. Tenemos la dicha de poseer en nuestra colección una carta inédita de Gustave Flaubert a la madre de Guy de Maupassant, que era su vieja amiga.

He aquí la carta reproducida textualmente:

 

Sábado, 22.

 

Te me has adelantado, mi querida Laure. Pues, desde hace un mes, quería escribirte para hacerte una declaración de cariño en relación con tu hijo. No te podrías imaginar que encantador, inteligente, buen muchacho, sensitivo y espiritual lo encuentro, en resumen (por emplear una palabra de moda) ¡simpático! A pesar de la diferencia de nuestras edades, lo miro como a un amigo – y además, ¡me recuerda tanto a mi pobre Alfred! A veces incluso me he asustado, sobre todo cuando baja la cabeza recitando versos – ¡Qué hombre era éste! Ha permanecido en mi recuerdo, ajeno a toda comparación. No pasa ni un día en el que no sueñe con él. Además, el pasado, los muertos (mis muertos) me obsesionan. ¿Es una señal de vejez? Creo que sí.

¿Cuando coincidiremos? ¿Cuando podremos charlar del muchacho? ¿Por qué no vienes con tus dos hijos a pasar algunos días a Croisset? ¡Ahora tengo mucho sitio que ofreceros!

Y envidio la serenidad de la que pareces gozar, mi querida Laure. Pues me he vuelto muy taciturno. Mi época y la existencia me pesan sobre los hombros horriblemente. Estoy tan asqueado de todo y particularmente de la literatura militante que he renunciado a publicar. No vale la pena vivir para dar gusto a las personas.

A pesar de eso hay que animar a tu hijo en la afición que tiene por los versos, – porque es una noble pasión,– porque los hombres de letras consuelan a los desdichados, – y porque ¿quién sabe si tendrá talento? – Hasta ahora no ha producido lo suficiente para permitirme elaborar su horóscopo poético – y además, ¿a quién le está permitido pronosticar el porvenir de un hombre?

Creo a nuestro joven muchacho un poco halagador y mediocremente dispuesto al trabajo. Me gustaría verle acometer una obra de amplio alcance, ¡aunque fuese detestable! Lo que me ha mostrado bien vale todo lo que han impreso los Parnasianos. Con el tiempo ganará originalidad, una forma individual de ver y sentir. (Pues todo está ahí.) En cuanto a obtener éxito, ¡qué importa! Lo principal en este mundo es mantener el alma en regiones elevadas, lejos de los fangos burgueses y democráticos. El culto al Arte da el orgullo. Jamás me he equivocado en eso. Tal es mi moral.

Adiós, mi querida Laure, o más bien hasta luego. – Pues, en poco tiempo, deberemos vernos. Me parece que tenemos necesidad de ello. Esperando ese placer, te abrazo fraternalmente.

Tu viejo

Gustave FLAUBERT.

 

 

¿No resulta encantadora esta carta en su sencillez? ¿No nos deja vislumbrar la fuerte amistad que tenía Flaubert por Maupassant, la simpatía que éste último le había inspirado y las esperanzas que había fundado en ese bravo muchacho, en el que ya se dejaba entrever un poco de poderío y viva humanidad?

 

Hugues Imbert.

 

Publicado en Le Figaro, el 11 de julio de 1893

Traducción de José M. Ramos González

para http://www.iesxunqueira1.com/maupassant